Existe un veneno específico para cucarachas muy efectivo. Se llama Orion Total attack (gel). Efectivo en este caso quiere decir mortal. Si hubiera escrito insecticida no habría posibilidad de duda sobre el hecho del asesinato. Pero no quería hacerlo. Insecticida de alguna manera es una palabra que implica derecho. Porque se vende en las tiendas y es de uso común. Alguien que dice que usa insecticida para las cucarachas no puede ser juzgado. Juega directamente con su indiscutible superioridad con respecto al individuo de otra especie. No hay fisuras morales de ningún tipo. Nunca se ha planteado el sentido de esa superioridad, simplemente mata para tener la casa limpia. Está tranquilo y duerme bien luego por la noche, rodeado de cadáveres. Pero si dice que compra veneno, la cosa cambia.

No puedes comprar veneno online. No hay una pestañita en amazon que te lleve a la sección “Ponzoña”. El veneno es la representación tangible de la maldad en la ficción. En los cuentos, para detectar al malo -en plena gestación de acciones que reafirmasen su condición- se le dibujaba sosteniendo un frasquito con una calavera dibujada y la palabra POISON escrita debajo. Decir que envenenamos a las cucarachas nos haría sentir ruines. En cambio fumigar nos hace sentir higiénicos. A mí esto me lleva a pensar en el nazismo muy fuertemente, la verdad.

La cuestión es que hay cucarachas viviendo en mi casa. Ya se encontraban aquí cuando llegué. Pero como sólo estaba pendiente de mí misma y se me ve más, las había obviado. Son más rápidas que yo, gozan de más espacio, no pagan alquiler y además vuelan. No acabo de entender qué es lo que me hace a mí más guay, sinceramente. Pero de igual modo necesito asesinarlas. ¿Y por qué? ¿Porque son feas? Si en lugar de ser como son fueran Brad Pitts diminutos correteando por la casa y comiendo grasa, polvo y gotitas de la mampara de la ducha, también desearía acabar con ellos. No atacan, no ocupan espacio, no transmiten enfermedades, no se comen tus latas de atún y no hablan. Son el compañero de piso ideal. Y aún así continúo con mi fijación de exterminio.

Busco la forma más eficiente y me encuentro con el Orion Total Attack (gel) mencionado. El principio es espantoso. Se basa en que cuando una cucaracha muere, el resto de la comunidad se la come. Es una buena metáfora de la amistad y el fracaso en las relaciones humanas de la adultez. El Orion Total Attack (gel) se aplica con una jeringuilla. Dejas unos chorretones jugosos por los rinconcitos de la casa y esperas a que una pique. Y luego las otras van cayendo de manera exponencial. El proceso debe ser bastante rápido dado que según reza el prospecto del producto es un “atrayente altamente apetitoso”. Leo esto y me imagino a dinosaurios colocando suculentas y grandiosas hamburguesas especiales con arsénico en las encimeras de las cocinas del mundo. Leo esto y se me quitan las ganas de masacrar.

“Atrayente altamente apetitoso” es un sintagma nominal cuya única pretensión es apelar a nuestro morbo para vender. No verás nada parecido en la etiqueta de un producto de limpieza explicándote lo que sentirán los gérmenes cuando te los cargues con el Salfumán, por ejemplo. Sin embargo aquí se habla directamente y sin pudor del proceso de engaño y expiración de la cucaracha. Te dice que va a ir hasta la gotita de gel fulminante apremiada por el deseo; lo va a probar y le va a saber a gloria y cuando esté frotándose la barriga con sus seis repugnantes patatitas, celebrando el banquete, será sorprendida por LA PARCA. No deja de ser, de nuevo, otra reivindicación de nuestra inteligencia superior: “Te he engañado cucaracha, jajaja, qué idiota eres, te pensabas que era aceite o moco tierno, ¿verdad, cerda? ¡Pues es veneno! Jajaja ¡VENENO!”. Y una vez fallecida, sus colegas irán hasta su cuerpo inerte seducidas por el sugerente olor del manjar mortífero y se la jalarán para cenar. Y, claro está, también morirán asombradas. Tú al día siguiente irás al trabajo y lo comentarás entre tus colegas de pasada, pero anotándolo internamente como un pequeño triunfo personal. Y te jactarás entre los vecinos de que ya has logrado esterilizar la casa. Puede que incluso lo dejes caer en la conversación si ese día hablas por teléfono con tu madre. En definitiva, presumirás ante todos de ser un asesino.

Yo he decidido que voy a renunciar al genocidio. No descarto aplastar alguna durante la convivencia, bien accidentalmente por un problema de diferencia de proporciones físicas y de falta de atención o bien porque se ponga a corretear cerca de mí cuando estoy desnuda o comiendo. O cuando estoy desnuda y comiendo. Cosa que no suele producirse pero que dejaría de ser por completo una opción si compartiese el momento con una cucaracha. Lo cierto es que cuanto más me acostumbro a verlas menos asco me dan. Ayudaría mucho que no tuvieran antenas, la verdad, pero no se puede pedir todo; hay que aceptar que existen características inmutables en todo ser. Hasta cierto punto las puedo entender; a ellas y su forma de vida y, por prolongación, estoy aprendiendo a respetarlas.

Lo único que espero ahora, desde esta tranquilidad cuasi budista, es que algún día me llegue a pasar lo mismo con las personas.